Por David Ocón

Arpillera, bramante, yute, henequén, nombres para este tejido de fibras vegetales gruesas, su urdimbre desnuda absorbe la luz, remitiéndonos a sensaciones cálidas y táctiles intensas.


Su uso para empacar productos vegetales todavía está vigente, particularmente para los granos de café, de modo que a pesar del nylon y los polímeros, todavía sigue aquí presente en las postlabores agrícolas de exportación.

El adjetivo humilde endilgado a esta tela resulta estúpido, es casi como adherir el término bondad al cateto opuesto y a la hipotenusa, sin embargo ha devenido en empaque emblemático del tercer mundo.

Nuestro amigo Rodrigo, ama las propiedades del material rico en texturas y su docilidad a los cambios agregados en la trama. A veces aparecen nudos, protuberancias, separaciones y accidentes del tejido, desgarraduras en sus bordes y efectos de la intemperie que conmueven su materia prístina.

La acción de incorporarlo como soporte y protagonista de su quehacer plástico, la realiza aplicando retazos abullonados, coberturas de arenas, pómez, procedencias pétreas aglutinadas con espesos o diluidos líquidos bituminosos e impermeabilizantes que también funcionan como zonas cromáticas.

El producto deviene finalmente en objeto de transición entre lo bi y tridimensional, donde sus partes constitutivas de materias diversas comulgan con fuerza y contundencia.

No me interesa resaltar referentes a grupos catalanes y locales de los sesenta y setenta, no obstante el recuerdo del Zurbarán es persistente. Quiero asociarlo, enlazarlo en la operación de profundizar la densidad y el peso, la presencia decisiva de la vida en la materia, ya sea en los mantos monacales o en la recontextualización de la arpillera, intención que así mismo integra como metáfora y correspondencia entre tejidos, las putrefacciones sociales que apestan nuestra cotidianidad.



David Ocón.

Managua, Mayo 2002.

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